miércoles, 26 de agosto de 2015

SELFIE VERSUS AUTORRETRATO

Imágenes procedentes de Pixabay

Me gusta la tecnología, disfruto de ella, me ayuda, me ánima, pero también me enerva y me conduce a verdaderas crisis de autoestima. Va muy rápida, más de lo que mi mente puede asimilar. Me desborda y me reta, pero hay algo que no acaba de encajar entre las neuronas de mi pobre cerebro.
Me abruma la cantidad de nuevas palabras que tenemos que manejar diariamente. Aún no aprendo el significado de una, cuando surge otra, que al pronunciarla parece que tengo un “polvorón” en la boca, puesto que la mayoría son maravillosos anglicismos que se incorporan a nuestro diccionario multilingual y del que tenemos un concepto más claro y concreto en nuestro idioma. Después de superar el “flipar” o “bastinazo”, yo creí que hasta ahí había llegado todo, nada lo podía superar, pero no. La evolución de la era tecnológica y de las redes sociales me martillea la cabeza con una nueva palabra: “selfie”. 
¿Qué es un “selfie”? Todo el mundo sabe lo que significa, o se presupone, porque yo hasta hace poco, ni idea. Pues en resumidas cuentas, no es otra cosa que, el autorretrato de siempre, ese que nos hacíamos con una cámara apuntando a nuestra cara y que siempre nos cortaba algo. 
Las redes sociales han modificado nuestro estilo de vida, poniendo en peligro nuestra privacidad. Inconscientemente y dejándonos llevar por las tendencias, ponemos ante el público detalles íntimos de nuestra vida. Todo lo que hacemos, con quien estamos y donde vamos, es publicado a la vista de todos, sin tener en cuenta las intenciones y repercusiones de la publicación; ahí  entra en juego el famoso “selfie”.

Aunque para referirnos al autorretrato o autofoto tendríamos que trasladarnos al siglo XIX, vamos a centrarnos en el concepto que hoy tenemos de ello.  Más bien que el significado, nos centramos en la técnica. Por lo común, se trata de autofotografiarse a sí mismo orientando el móvil o cámara , tomando para ello parte del brazo, dejando así reflejado que somos los autores.  También se  pueden tomar frente a un espejo con un trípode, o un artilugio llamado “selfie stick”.
En principio, eran los adolescentes lo más adeptos a esta moda, pero, curiosamente vemos que ya es una práctica habitual generalizada. Sobre todo, no hay que olvidar la “pose selfie”: la cabeza ladeada con ojitos sensuales, los labios redondeados, los gestos exagerados, la lengua fuera y como no, la típica de enseñar cadera con dos dedos en forma de “v”, para a continuación y como dictan las normas sociales actuales, publicarlo inmediatamente en Facebook, Twitter o Instagram.
Añoro ese época  en la que pedías a alguien que te hiciera una foto, ya fuese al camarero o al chico guapo que pasaba  cerca de nosotros y con el que tenías una excusa para hablar.
El selfie ya es considerado todo un fenómeno social con connotaciones a veces adversas, dejando en evidencia los valores e intereses de una sociedad tan autómata e impersonal. Queda reflejado   un narcisismo exacerbado y la necesidad de verse aprobado por los demás, creando en ocasiones un clima de verdadera frustración en algunos sujetos. Nuestra valía  es igual a la cantidad, de “me gusta”, de “dedos arriba” o “corazoncitos rojos” adornando tu perfil. Hemos caído en la trampa de poner a criterio de otros nuestro yo más íntimo. El nivel de aceptación es concebido a través de una sociedad irreal y a veces llena de auténticos desconocidos, a lo que dejamos que nos juzguen en torno a una publicación o una foto.
Considero,que a medida que la tecnología evoluciona, nosotros damos pasos hacia atrás. Somos cada vez seres más inadaptados, tenemos un montón de amistades virtuales, mostramos perfiles inanimados con una realidad totalmente incierta y fomentamos  la crítica barata y oportunista, que nos hace crear un entorno ficticio e impersonal.
Puede ser que sea una irreverente nostálgica o mi mente se niegue a abandonar ese mundo en el que la gente interactuaba sin necesidad de una pantalla. Hemos perdido buenas  costumbres y aunque me tilden de conservadora, me niego a caer en la trampa de la moda “selfie” y me quedo con mi autorretrato imperfecto de toda la vida.

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